laberinto

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Barcelona

sábado, 23 de enero de 2010

pensar

Te pienso y no te escribo;
esta vez no quiero testigos,
ni que sepan lo que siento,
ni como brinca mi corazón cuando te veo.

No te escribo,
porque pensarte me duele y me lleva el alma,
y me hala y me desespera
y la espera por tí,
-que aunque presente-
estás ausente,
me quema.

Pero, me atrevo,
dejo atrás la cobardía,
me lanzo al infinito
y viajo.

Viajo más alla de los lugares visitados,
viajo a dónde iremos,
viajo a dónde fuimos,
viajo a dónde estás, donde quiera que sea.

Te espero,
no tardes.
La vida es corta y aunque los sueños son eternos,
la carne desaparece en el ardor de la espera.

Te pienso y no te escribo,
porque esto es más que eso.

esperando




¿Cómo es que pierdo tanto tiempo esperando tu llamada?

¿Será porque creo que piensas en mí?

Pero, no.
No lo haces.
No piensas en mí.
Porque si lo hicieras no tuviera que esperar;
porque si quisieras estuvieras presente,
y en vez de escribir te estuviera besando.
Por eso sé, que no piensas en mí;
no porque el teléfono no suena,
sino porque no estás aquí.

viernes, 22 de enero de 2010

Guiando en Reversa




En Puerto Rico, la semana pasada, no paró de llover. Vivimos extensos días de capas, sombrillas, mojadas...mmm y mojones...bah! En medio de chubascos y aguaceros –y, reconociendo que debemos continuar con nuestros quehaceres- un amigo y yo nos aventuramos y realizamos alrededor de 18,000 diligencias en un solo día.

Comenzamos temprano, y como a las nueve de la mañana ¡en la tercera gestión del día! estábamos metidos en un estacionamiento multi-pisos...de esos interminables...cuando vimos un rotito pa'meter el carro. La particularidad de la maniobra estacionativa; debía bajar una cuesta y luego subirla en reversa.

¡No! el horror llegó. Mis manos empezaron a temblar y a sudar. Sentía mi corazón latir fuertemente. Las células de mi cuerpo querían quitarse la ropa y salir corriendo. A lo lejos, escuché a mi amigo decir “coge ese parking". Yo sólo balbucee: “lo voy a intentar”.

He aquí el intento…

El vehículo se esbocó pa’l frente; confundí los pedales, grité ¡no puedo, no puedo! y –en la cuesta- lo puse en “P”. Mi amigo me miró con ojos de pesca’o de freezer “¿qué tú haces?” fueron sus palabras; “no quiero, no puedo, no quiero…me estás sacando de mi elemento”.

"Avanza, dale, que viene otro y lo coge" –ripostó él. "Dale, acomoda el carro; mete el freno, pon la reversa y poco a poco aceleras...no pasa nada" – añadió.

Y así fue como por primera vez subí una cuesta en “R”.

Esa mañana hice algo más que guiar en reversa.

En cualquier otra ocasión hubiera desistido de estacionarme allí y, sin pensarlo mucho, buscado otro espacio en el multipisos. Hubiera dejato ese rotito’e parking atrás y dado vueltas y vueltas y vueltas hasta encontrar uno fácil de entrar. Logré vencer un miedo.

¿Cuántas parkings complicados habré dejado por la posibilidad de uno más sencillo? La verdad ¡muchos! ¿Qué fue distinto en esta ocasión? Que en entre grito y grito tenia a alguien que creyó en mí, que no se bajó del carro cuando lo puse en “P” y que me dijo “Dale, no pasa nada”.

El día lluvioso continuó; fuimos del multipisos a un servicarro de comida…y de ese también ¡salí en reversa!